sábado, 16 de agosto de 2008

RAINIER RILKE

Al pedirle a tu Dios que a cada hombre
le tocase su interna y propia muerte.
¿Ya sabrías acaso que tu suerte
sería la fiel cifra de tu nombre?
¿Pensarías en un lejano día
(En esa última tarde venturosa)
en la herida, en tu mano y en la rosa,
en el lecho postrero y la agonía?
¿Quién sabrá si fue tuya la secreta,
la vedada visión de tu destino?
¿Y quién sabrá si te escucho el Divino?
Fue tu muerte la muerte del poeta
que pudiendo elegir a su asesina
optó por una rosa y una espina.
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