sábado, 31 de mayo de 2008

POETA SUPLICANTE

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Dióscuros, hijos del dios y del hombre;
proteged mi frágil barca de sueños...
En vano han sido todos mis empeños
y es por eso que invoco vuestro nombre.
Evitad que se hunda sin remedio
en el oscuro océano del tedio.

martes, 27 de mayo de 2008

LA CANCIÓN DEL FAUNO

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Se ha callado la tarde de las voces...
Sombras vanas, distantes y precoces
son mi desvelo hoy; no la ternura
de un dilatado ayer, de una locura
inagotable y simple, de un dilema
que es hoy la sombra azul de mi poema
entre bacantes ávidas de un sueño...

Yo soy un simple fauno: lo atestiguo,
mas soy, también, el prevenido dueño
de la música, el vino siempre exiguo,
y el delicado amor de ninfas gráciles,
de besos y caricias siempre fáciles
que hasta los bellos dioses apetecen...

¡Ah, las tardes de vinos y de lira,
de delicados cuerpos que se ofrecen
con decidido ardor! ¿Quién no delira
por beber la dulce piel y el oro,
que da la tarde al ansia por tesoro
en la preciada copa del buen Baco?

¡Ah, las tardes sublimes en que aplaco
mi deseo de acordes y belleza
en rituales de ensueño y de pereza!
Tardes desnudas de melancolía
en que gestos de amor son la poesía...
Tardes de versos vagos e inconexos
en que se mezclan, lívidos, los sexos...
De ardientes cuerpos y de pubis blancos,
de tenues dedos y reíres francos;
niñas de senos dulces como frutas,
de caricias salvajes, disolutas,
que regalan sus labios por introito
al sublime milagro de su coito;
de jóvenes de falos verticales,
de almas puras, sagradas e inmortales,
hijos sacros de algún prístino sueño,
cuyo amor impetuoso no desdeño;
criaturas alegres e impetuosas
que exhalan el perfume de las rosas,
que del tedio de amar no saben nada
y ocultan el misterio en su mirada...

¡Ah, el milagro del vino y de la calma!
¿Qué más podría pretender mi alma?
Las sábanas de un dios cubren mi nicho
y esclavo soy de un íntimo capricho...

Mas esta tarde tibia he renunciado
a las caricias suaves y a ese juego
y otras voces oír he procurado...
(Ya tendré para ellos tiempo luego)

Me invocaron silentes, tenues, musas,
para que ensaye fórmulas difusas
y adopte la misión casi secreta
de ser el hacedor, de ser poeta...
¡Y feliz recibí yo aquel auspicio
de ejercer tan magnífico artificio!
Y olvidando, al principio, mi impericia,
me entregué, subyugado, a esa delicia;
y en la lira fatal busqué mi acervo,
jugando estérilmente con el verbo...

¿Mas que puedo cantar... si soy tan sólo
un fauno? ¿En qué pena me inmolo?
No conozco razones de tristeza
ni vi del mundo más que la belleza
que nunca fugitiva he conocido...
¿Qué es dolor? ¿Qué es el tiempo? ¿Qué la muerte?
¿Cómo deja de ser lo que ha existido?
Si no ha de ser de mí la extraña suerte
de ser para morir en lo diverso;
¿Cómo ensayar la música del verso?

Veo la tarde femenina y quieta,
con sus dedos de púrpura y violeta,
demorarse indecisa sobre cielo
que cubre la región que es de mi anhelo;
la tierra en la que nadie nunca rima
y en que el deseo eterno se sublima
en ahítos, efímeros, antojos,
al amparo insinuante de unos ojos;
mi tierra venturosa y de alegría
que desconoce el tiempo y la agonía;
de sonrisas, de senos y de labios...
¡Y desdeño el destino de los sabios!

¡Dejadme, musas, descansar contento!
¡Qué otro cante la pena y el lamento!
¡Y a mi dejadme alegre donde antes;
perdido en el placer de mis amantes,
muy lejos de las cuitas y la muerte,
donde el vano placer sea mi suerte
bajo un cielo de vino y de canciones,
privado de saberes y nociones...!
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