EL PLAGIARIO
El alba lo encontró sobre la mesa
dormido ante la vela consumida
que dio su luz a la invención fingida
que ya su escrito inagotable apresa.
Hay a su lado una balumba espesa
y entre sus dedos, todavía asida,
una pluma de punta ennegrecida
que en el hastío matinal sopesa.
Duda un instante ante su sino ingrato
de amanuense de un febril manchego
e infame impostor de un genio lego.
Decide conservar su anonimato
y su infamia en el falso nombre queda.
Estampa al fin su firma: Avellaneda.
dormido ante la vela consumida
que dio su luz a la invención fingida
que ya su escrito inagotable apresa.
Hay a su lado una balumba espesa
y entre sus dedos, todavía asida,
una pluma de punta ennegrecida
que en el hastío matinal sopesa.
Duda un instante ante su sino ingrato
de amanuense de un febril manchego
e infame impostor de un genio lego.
Decide conservar su anonimato
y su infamia en el falso nombre queda.
Estampa al fin su firma: Avellaneda.
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