CAPÍTULO VIII
.
Armado de un valor ciego
salió a recorrer su España
en busca de alguna hazaña
digna a un hidalgo manchego.
De nada le valió el ruego
de su escudero y amigo
que acabó por ser testigo
del embate de mal tino
conque lo tumbó el molino
y a su jamelgo consigo.
Tendido quedó en el suelo
(su vieja lanza partida),
con alguna que otra herida
menoscabando su anhelo.
Buscando el propio consuelo
alzó entonces la mirada,
para perderla en la nada
rogándole fuerza al cielo.
¡Levántalo, amigo Panza!
¡Haz tu labor de escudero,
de amigo y de compañero!
¡Qué use una rama por lanza:
con una rama le alcanza
para ir en pos de aventura!
¡Arréglale su armadura
y ve con él por gigantes
(como ya lo haz hecho antes)
que vuestra historia aún perdura.
Armado de un valor ciego
salió a recorrer su España
en busca de alguna hazaña
digna a un hidalgo manchego.
De nada le valió el ruego
de su escudero y amigo
que acabó por ser testigo
del embate de mal tino
conque lo tumbó el molino
y a su jamelgo consigo.
Tendido quedó en el suelo
(su vieja lanza partida),
con alguna que otra herida
menoscabando su anhelo.
Buscando el propio consuelo
alzó entonces la mirada,
para perderla en la nada
rogándole fuerza al cielo.
¡Levántalo, amigo Panza!
¡Haz tu labor de escudero,
de amigo y de compañero!
¡Qué use una rama por lanza:
con una rama le alcanza
para ir en pos de aventura!
¡Arréglale su armadura
y ve con él por gigantes
(como ya lo haz hecho antes)
que vuestra historia aún perdura.
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